Silvia Saenz, nutricionista de Mondelez.
En Chile, la obesidad infantil es una realidad que nos golpea. A pesar de los esfuerzos, las cifras siguen subiendo, y es momento de preguntarnos por qué. ¿Será que la “inmediatez” en la que vivimos nos está pasando la cuenta? Esa carrera constante, la ansiedad, el “tengo que rendir”, las largas jornadas laborales, el individualismo y el consumismo nos lleva a vivir en un ambiente que no nos ayuda a comer bien.
Se ha comprobado que la forma en que los papás y las mamás alimentan y cuidan a sus hijos tiene mucho que ver con el riesgo de obesidad. Lo que termina como un círculo vicioso que no parece tener fin. La crianza es parte de nuestra cultura, y la familia es el primer lugar donde los niños aprenden. Ahí se forman los hábitos, desde lo que comemos hasta cuánto nos movemos, cuánto dormimos y cuánto tiempo pasamos frente a una pantalla.
Entonces, ¿qué hacemos con los huevos de chocolate en Pascua? No se trata de prohibir, ¡sino de compartir y enseñar!
Muchas veces pensamos que dar más cosas materiales es sinónimo de amar más a nuestros seres queridos, pero la porción justa puede marcar la diferencia. Revisar juntos la etiqueta de los productos que se consumen, servir la cantidad adecuada en un plato bonito y guardar el resto son pequeños gestos que pueden ayudar a los niños a entender que la calidad del momento importa más que la cantidad de chocolates que recibieron. Esto también disminuye la idea de que mientras más dulces hay, “mejor se portó el conejito de Pascua”.
Disfrutar de un rico chocolate debe ser una experiencia que trascienda el simple acto de comer. Es una oportunidad para generar emociones, para expresar lo que sentimos en familia y para que los niños comprendan que estos momentos son especiales, poco habituales durante el año, y tienen un significado mucho más profundo. ¿Cuántas veces hemos cerrado los ojos al probar algo delicioso? Tal vez no sea algo común, pero podemos invitar a nuestros familiares a hacerlo, creando dinámicas que despierten los sentidos y generen emociones diferentes. Preguntarles qué sienten, qué sabores perciben o qué les gusta más de ese momento puede transformar algo cotidiano en una experiencia memorable.
Sin embargo, muchas veces desconocemos por qué se generan tradiciones como estas o cuál es el propósito detrás de endulzar nuestras celebraciones. Al perder de vista el significado original, corremos el riesgo de convertirlas en simples actos de consumo. Reflexionar sobre el origen de estas costumbres y transmitir su verdadero valor a nuestros hijos puede ayudarnos a rescatar el sentido de comunidad, gratitud y conexión que estas fechas representan.
La Pascua es una oportunidad para celebrar en familia, para compartir momentos especiales. Pero también es una invitación a detenernos, a reflexionar sobre cómo estamos cuidando nuestra salud y la de nuestros hijos. Es el momento perfecto para enseñarles que la alimentación consciente no solo nutre el cuerpo, sino también la mente y el espíritu. Porque más allá de los huevos de chocolate, la Pascua es un símbolo de renovación, amor y unión familiar. Aprovechemos esta fecha para sembrar hábitos saludables, valores profundos y recuerdos inolvidables.